viernes, 16 de octubre de 2009

Al principio fue el absurdo…

Y vio que era bueno...o al menos que tenía su gracia. Y aquí nos puso, o no, para reirse de nosotros a su santa voluntad. Y mientras se descojona quien sea, yo pretendo aportar mi granito de arena al absurdo en forma de epístolas, pero nada de cortintios ni tesalonicenses, más bien gente tipo Stephen J. Poplawski, Pavel M. o Donald L. Unger.

¿Qué quiénes son estos tipos? Pues gente con una historia detrás, que, en algún momento, inventaron cosas que cambiaron nuestras vidas o protagonizaron situaciones absurdas, tan absurdas, que son tremendamente creibles.

De Pavel M. supongo que todos tuvimos noticia cuando, hace un par de años, protagonizó la demanda más surrealista de la que tengo noticia. Y es que este señor demandó a Dios por incumplimiento de contrato. Contrato firmado con agua bendita el día de su bautizo. Absurdo o no, este señor demandó, y perdió la demanda, pero porque Dios, pese a la creencia popular de que está en todas partes, no tiene una dirección postal donde hacerle llegar la correspondencia.
El profesor Bacterio, aquel señor con barba de los tbos de Mortadelo y Filemón, capaz de lo más ridículo para hacer pasar las de Caín a aquellos detectives del absurdo, ha encontrado un firme seguidor en Donald Unger, alergólogo californiano preocupado por la artritis que, durante 60 años! ha hecho crujir cada día los nudillos de su mano izquierda para demostrar que esta práctica no produce artritis…
Genios y figuras, en todo caso, el mundo está lleno de gente capaz de sacarnos una sonrisa con ocurrencias de este calibre y que tienden a no ser noticia. Pero no sólo del absurdo vive el blog, que también pretendo la seriedad escribiendo a Ptolomeo, Marco Antonio, o al pachá de Kapurtala…